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Abuelos que permanecen

 

“Los abuelos son una deliciosa mezcla de risas, cuidados, historias maravillosas y amor”,

Anónimo

Todos los abuelos, sin excepción, son recordados. Unos con grata memoria, otros de ingrato recuerdo.

Algunos abuelos dejan un vacío en quienes están cerca o lejos de ellos, porque se definieron por un estilo de vida, en el que manifestaron resistencia a convivir con los hijos de sus hijos. Y es probable que tampoco se dieron tiempo de convivir con sus vástagos.

Lo paradójico es que estos abuelos de ingrato recuerdo, centrados en sus propios intereses, no pocas veces exigen, en su edad avanzada, ser atendidos por hijos y nietos, sin que estos puedan lograr cumplir con sus exigencias. Ellos en su comportamiento gustan de señalar los errores que ven en sus nietos, los critican al mismo tiempo que expresan intolerancia ante sus fallas.

Hay otros que a pesar de los años y el cansancio se alegran en servir, escuchar, alentar, les gusta compartir sus conocimientos, vivencias, valores, su fe. ¿Por qué? Lo más común es porque cuando fueron padres vivieron una vida de entrega y amor. ¿Qué sucede cuándo llega los nietos?, manifiestan un interés genuino por las cosas que suceden en la vida de sus nietos. Saben ser amigos, confidentes, consejeros, intercesores, al mismo tiempo que saben acompañar en los momentos difíciles y procuran dar un cariño especial a cada uno de sus nietos, sin distinción.

Estos abuelos cuando han sabido vivir con la libertad y la guía de Dios, adquieren la sabiduría, visión de la vida, y las virtudes que han pasado a formar parte de su esencia.

Ante este regalo que reciben de ser abuelos ellos deciden armar, consolidar, decorar el legado que dejaran a los suyos, dádiva que permitirá que su presencia nunca muera.

Piensan y aciertan al pensar que la propia vida es el mayor capital que se deja: herencia de amor, paciencia, firmeza, fortaleza, solidaridad, escucha y bondad.

Los nietos que han sido privilegiados con semejantes abuelos, a pesar de no tenerlos cerca de ellos, fácilmente evocan en momentos tranquilos o difíciles de su vida ese calor antiguo. Esos tiempos en que se acunaron en los brazos de los abuelos que experimentaron la emoción de sentirse amados, valorados, comprendidos. ¿Puede haber un mayor regalo para un niño, un joven, una persona mayor?

De esta forma los abuelos se convierten, aún después de alejarse físicamente, en motores que impulsan a ser mejores, en oxígeno que nutre la vida en los momentos de dificultad. Basta rememorar sus gestos, palabras, ternura para querer imitar sus estilos de vida, para llenar el alma de gozo al traer a la memoria sus palabras de aliento y cariño.

Los recuerdos de los abuelos son de los más entrañables, sólo se necesita traerlos a la memoria para sonreír, tomar una decisión, cargar baterías, volver a sentir el apoyo y el impulso, para vencer los propios retos que tiene la vida.

Los abuelos son capaces de curar las alas para emprender de nuevo el vuelo, tienen el arte de secar las lágrimas, de sanar las heridas, de sacar lo mejor y lo inimaginable de esos seres que son sus nietos. Los abuelos son el gran regalo que nunca nos cansaremos de agradecer.

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